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El método humanístico


En la antigua Grecia surgió de la nada la chispa de la creatividad, y, siguiendo el ejemplo de muchos otros, Teudonio de Samos escibió una comedia sobre las ovejas. Pronto obtuvo el reconocimiento de las clases pudientes de Tebas y Atenas (en Esparta no estaban para tonterías), y fue muy popular hasta que el fundamentalismo cristiano lo arrasó todo en el siglo II.

Tiempo después, los árabes tradujeron una copia que encontraron en las ruinas de Alejandría, omitiendo los pasajes en que las ovejas iban esquiladas, y vio el sultán de Egipto que era gracioso y repartió copias por todo el califato.

No se sabe muy bien cómo, pero una de estas copias terminó traducida al castellano en San Millán de la Cogolla por un monje que tenía sus propias ideas en cuanto al amor entre ovejas de la misma condición ovejuna, y otra por un judío de Toledo que sabía un poco de árabe. Un pastor de Berchtesgaden se rió mucho un día leyéndolas y se llevó a Baviera una copia en arameo cuando volvió de las Cruzadas para leérsela a sus hijos (que sabían también un poco de arameo).

Siglos después, en la Academia Francesa se encontraron con muchas de estas copias, además de apócrifos latinos del siglo IV, y decidieron reescribir la historia en francés de acuerdo con los gustos de la época. La obra resultante estuvo en vigor hasta bien entrado el siglo XX.

Por entonces, cundió el purismo entre los historiadores y se desecharon las intrusiones del mundo moderno. Las ediciones que salían a la luz de la comedia de las ovejas eran en realidad una comparación de siete versiones distintas, con sesudos comentarios del investigador y una introducción más larga que la propia obra sobre la vida de Teudonio de Samos y su importancia para la historia de la literatura clásica, además de un pequeño tratado sobre el pastoreo y sus metáforas.

Este tipo de estudios comparativos se extendieron como setas, y las bibliografías crecieron y crecieron. Unos autores citaban a otros con sus impresiones sobre el paisaje cambiante de la isla de Samos, y pronto las referencias se cruzaron de tal forma que no se podía desentrañar cuál era el punto de partida. En los años cincuenta se dio por establecida una verdad académica sobre Teudonio y sus obras y algunos autores de renombre se animaron incluso a reinterpretar el mito. En la Biblioteca Nacional de Atenas hubo que hacer bibliografías sobre las bibliografías, y había que rellenar impresos para poder consultarlas, que a su vez quedaban registrados para futuras investigaciones.

A finales del siglo XX, descubrieron en Inglaterra una copia primitiva de la comedia traducida al noruego antiguo por Beda el Venerable, y ciertos autores anglosajones comenzaron a desmentir la historia establecida. Hubo un contraataque académico y el combate generó tal cantidad de bibliografía que hubo que alquilar un centro de datos en Silicon Valley para albergarla.

Hoy en día, todo el mundo puede aportar su propia versión en Internet, o comentar que en su familia no se compran prendas de lana por lo que sucede en determinado pasaje. No es raro que una historia de éstas salga en el tercer resultado de Google o en un vídeo de Youtube. O que luego pongan dicho vídeo en un telediario.

 

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Una segunda parte de las muchas posibles

Insectos verdes oliendo el aire con sus antenas; maniquíes de plástico derritiéndose al sol, deformados; carracas moribundas intentando mantener una cadencia respetable; ecuaciones de segundo grado, circuitería, ácido y cobre; plagios repetitivos bienintencionados y exitosos; canciones lentas para una noche de verano; papel amarillento envejecido, con holor a flan en polvo Royal; desorden, suciedad, caos, falta de organización; soledad, angustia, impermutabilidad; jaquecas, sed, aburrimiento; un intento de repesca sabiamente abortado; demasiadas letras en un único párrafo; una voz desconocida desliendo melodías de un aro de goma; combustión interna espontánea; el invariable ruido de un ascensor que llega a su destino.