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Mostrando entradas de febrero, 2008

Pensamiento anticipatorio

Llegó el punto en que S. odiaba tanto todo que comenzó a odiar el odio. Por suerte o por desgracia poco después decidió que estaba odiando demasiado, restaurando así el odio original. S. presupone que algún día se le pasará y será un miembro más de la sociedad. Para ello sólo espera no tener que renunciar a sus principios, porque entonces el odio permanecerá con ella para siempre, y no será producto de una elección, será tan inevitable como la fuerza de la gravedad.

Cosas de humanos

Desde que la raza humana existe ha tenido el mismo efecto sobre la vida terrestre que el impacto de un meteorito gigante. Somos un cataclismo planetario, causado por la simple maldad y la autoproclamada inteligencia de la masa humana, a la que quizás tengamos un tanto sobrevalorada. Nuestro historial empezó hace unos 28.000 años, cuando exterminamos a los últimos neandertales, y nada menos que en la península Ibérica (lo que nos convierte en descendientes de unos garrulos, si alguna duda quedaba). Algunos románticos dicen que entonces nos quedamos solos sobre la faz de la Tierra, como si en lugar de haber cometido el mayor fratricidio de la historia nos hubiésemos quedado huérfanos y sin amigos. En las zonas templadas del hemisferio norte había una jerarquía animal tan compleja como en la sabana de África, pero nos comimos o matamos a todos los alces gigantes, leones europeos, tigres sable, elefantes enanos, mamuts y rinocerontes lanudos. A muchos otros animales los domesticamos, y a

Psché

Un viejo en el futuro, obligado a ser transvasado a un cuerpo sintético (sólo la conciencia, se entiende) por sus descendientes se queja amargamente, y prefiere morirse. En tono humorístico, el viejo recién transvasado se convierte en un cyborg con ansias de sangre que acaba dominando el mundo y transfiriendo las almas de toda la humanidad a un par de cerdos de corral, que fornican y tienen un cerdito. Éste concentra toda la conciencia humana, excepto la del viejo, que se ríe de forma malévola mientras piensa en cómo se va a comer el susodicho cerdo, quizás después de haberlo sodomizado. Al final el viejo-cyborg se arrepiente de sus pecados y se encierra en un convento. La futura raza humana consisitirá en cerdos parlantes con la conciencia más disoluta en cada generación que pasa, por aquello de la división sin decimales.