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Mostrando entradas de abril, 2006

ni el tiempo ni su ego

Se, que aunque te tengo se acabo hace tiempo. Se que el rubor de tus mejillas no se esfumará nunca. Se que no se puede vivir de esperanza si hay miedo. Se que la duda es muerte. Ofensa, dolor, coraje, traición, todo se escapa entre los pliegues de mis manos, entre el fuego de mi pecho y el frió de tu corazón, todo se escapa por mi rostro, por la fragilidad de mis ojos, por mi fragilidad, se destroza la barrera de la humildad, se trasforma en agonía y tristeza; la desesperación se apodera de cada músculo y no puedes hacer nada, solo sentir la fuerza de la amargura, como un sueño en el que no puedes respirar. Te falta el aire; escupes bocanas de sangre antes de desplomarte. Tu único alimento han sido tus propias lágrimas, amargas… las fuerzas te fallan, y no puedes más que morder el polvo del suelo mientras te desvaneces. Hundido, ahogado, la tristeza eres tú. Es el resultado de los actos de uno mismo. Hundido, ahogado…terminado.

Himno de la despoblación

Ancha es Castilla. Anchos caminos cagados de ovejas. Vieja Castilla la Vieja, muy grandes fueron tus sueños con tesoros tan pequeños. Campo seco y seca gente, no hay agua bajo los puentes ni gente por toda Castilla. Es sólo una vieja que chilla: "¡Fuera de aquí, madrileños!"

There goes the man(kind)

En medio de un páramo pedregoso y vacío, una cinta transportadora lleva a un señor que viste un traje de pana marrón pasado de moda. Es un señor malhumorado de los de ceño bancario, de mediana edad, calvo y obeso. La cinta transportadora no está engrasada y no procede de ningún sitio, se limita a recorrer el yermo reseco. Sin ninguna explicación, hay un lugar en que la cinta llega a un precipicio e inicia el viaje de regreso, descargando a sus pasajeros en la inmensidad. Sin embargo, el señor que nos concierne no da muestras de percatarse de este cambio en su relación con la fuerza gravitacional, o por lo menos el ceño no sufre alteraciones y su mirada permanece fija. Rígido, su cuerpo se balancea lentamente con las corrientes de aire, como una boya con sobrepeso sobre las olas del mar, y el poco pelo que le queda a modo de laureles imperiales ondea hacia arriba con sensación de velocidad. En la lejanía, a una distancia espantosa y fantástica muy por debajo de las nubes, hay un paisaje

mis cojones almibar

Salta y salta sobre la gente extraña, de extraña sonrisa y que tienen los vaqueros boca arriba. Como saltan los enanos en el campo, pequeños y escurridizos enanos de gorro rojo y labios verdes, que corren mientras patinan sobre piruetas con sabor a nata. Saltan sin parar sobre las sabanas de caramelo y las almohadas de chocolate con leche. Cuanta felicidad guardan en sus zapatitos de azúcar moreno con botones de avellana. No paran de saltar y bailar, y en la calle chapotean sobre zumo de naranja. Uno de ellos pisa un gran charco de sirope de fresa. No le gusta la fresa, por eso llora lagrimas de glass que corre su maquillaje de kiwi y chocolate blanco. Lo más seguro seria que yo terminara con una frase tipo “y finalmente la apología de las caries les llevó al dentista más caro de Capital City.” Sin embargo no, tal vez sea porque no me sale de las pelotas o porque a los enanos no les haría gracia tener que deshacerse en la boca de cualquier desconocido, requerirían de alguna boca con cl

Es cansado seguir el rastro de la luna en su reflejo sobre el mar

Paranoia resplandor de la luz entre la oscuridad. Por encima de uno mismo la ilusión. Un mundo resplandeciente entre locura y perversión. Pasión que desenfrenada carga contra si mima y… gruñe… clava sus garras de maldad sobre las brasas del sol naciente. Gritos de una nación que torpe levanta sus espaldas curtidas por el trabajo de la nada y para nadie mas que el dolor. La tierra se llena de sangre mugrienta, reseca, y de la mierda crece la bondad. De la tiranía crece la ira. De la ira la verdad y de la verdad la muerte. Cada hueso y músculo, cada parte y cada todo, cada alma y cada ser al servicio de uno mismo, de la necesidad, del instinto…del placer… de la consecuencia en un mismo a la inmensidad del parecer. Escupe tu rabia, pues la fuerza a fuerza entra. La letra con sangre revienta y mis ojos explotan en lágrimas de sangre. No lagrimas cristalinas por las que mira el mundo; el mundo en la palma de la mano cabe, solo deja caer esas lágrimas, deja que se esparzan y recorran los pli