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Mostrando entradas de diciembre, 2007

Gallinita que no pone, cos cos cos.

Una de esas noches que tan campante sigues paseando, hasta que de nuevo te van echando de bar en bar… la noche es joven, pero los bares… cierran demasiado pronto como dijo en su día un gran filósofo y… hablando de filósofos, los más grandes siguen paseando y aun bajo las influencias de la citada noche siguen deleitándonos y dicho sea de paso dejando nos sin habla… pues eh! Amigo no solo son las palabras… son los gestos, los matices y en fin, todo… que decir de las máximas… nada queda mas que darnos por satisfechos de lo logrado y tener en cuenta que se puede mejorar y como decía su abuela, nada tiene que ver la sinceridad con decir lo que piensas, porque la mayor parte de las veces no hay que decir lo que uno piensa, si no pensar lo que uno dice. Ahí queda eso Santiago .

El gigante

El gigante rumiaba sus pensamientos sentado sobre una montaña. Llevaba ya una hora así, y según el cómputo de los gigantes le había dado tiempo a ver unas treinta veces salir el sol por horizonte. De pronto, sin saber de dónde, una tribu de humanos comenzó a tirarle unas lanzas que no eran más largas que la uña de su dedo meñique. Al principio no les dio importancia, pero después de aguantar la molesta sensación durante unos segundos (una tarde entera para la tribu hambrienta), con desgana aplastó a uno de ellos de un manotazo. A esto, los humanos hicieron una pausa, pero pronto reanudaron su intento de ataque, y el gigante aplastó a otros dos, pues ya le estaban empezando a resultar un incordio. A los humanos les pareció que el gigante era malvado, pero la conciencia del gigante ni siquiera se percató de que sus acciones podían estar causando mal. No se complacía en despachurrar humanos contra el suelo, no es que lo hiciese por placer, y tampoco se preguntaba si le complacía hacerlo.