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Mostrando entradas de junio, 2006
Por fin ya me encontrado, este si soy yo.

Todo está en el lugar adecuado

Sophie observa la extraña hormiga alada que trastabillea torpemente sobre el monitor, que es la única fuente de luz de su cuarto, mientras presiona las teclas lentamente, para no romper el silencio. S. señala la pantalla con su dedo índice, y lo va acercando hasta atrapar al insecto. Mientras observa sus patitas negras y siente el suave, casi imperceptible cosquilleo que éstas provocan en la yema de sus dedos, acude a su mente una melodía. "En la noche cálida y luminosa de tu vientre yacen miles de cadáveres" Con un mohín de asco, S. suelta a su presa y se levanta a servirse un vaso de agua fresca. El calor extremo del verano matará mas tarde al mosquito.

Hay cambios en el cuarto de baño del cerebro

En mi bañera vive una araña. Debe de tener el sentido del camuflaje averiado, porque se pasa las horas quieta sobre la superficie blanca, expuesta a los sapos aracnívoros que todas las noches emergen en silencio de las profundidades abisales inodoras. El primer día que la vi la intenté ahogar, pero quedó atrapada en la maraña de pelos que obstruían el desagüe. Cuando consiguió liberarse de mi intento de asesinato, me lanzó una mirada de reproche con sus ocho inteligentes ojos, aunque no exenta de cierta indulgencia ante la ignorancia humana de las leyes de la naturaleza y de la muerte, como diciendo: "Pobres humanos, son los únicos seres vivos que no saben dónde van cuando se mueren. No saben que son el eslabón más bajo de la reencarnación y que serán así de zafios para siempre. No voy a enfadarme por eso". Desde entonces la araña y yo nos observamos el uno al otro algunas tardes, cada uno en sus respectivos hábitats, a cual más artificial. Pronto ellas heredarán la Tierra.

todo con tal de no estudiar

Está anocheciendo y hay muchas nubes. El mar está rojo y el cielo gris oscuro. El mar está revuelto, está picado, hace mucho viento, es invierno, hace frío. En medio de la tempestad hay un barco de madera, zozobrando, luchando por aguantar, y yo estoy en el timón muriéndome de frío y aguantando para mantener el rumbo. Hace nada he quitado las velas de los mástiles para que no se rompan. No sé si ha empezado a llover o es el mar el que me clava pequeños alfileres que poco a poco me empapan hasta los huesos. Soy feliz. Estoy sola, en mitad de una tormenta en mi barco. Una falsa calma me hace creer que el mar es una balsa. Durante unos segundos todo está tranquilo, el mar rojizo, oscurecido por la tormenta, y al fondo, en el horizonte, una línea naranja que avisa de la realidad. Ya no hay frío. No hay dolor. Un brusco ladeo del barco, con el consecuente giro de timón, me sacan de mi ensoñación y me hacen volver a la realidad, al frío y al dolor. Mi conciencia huye y me cu