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1986 summer fire

Nunca hay nubes en el cielo de verano, y siempre es de noche. Cuando no hay ningún ruido lo que queda no es el silencio, sino una leve y agradable estática. El suelo vibra, horadado por incontables insectos negros. El primer narrador del mundo almacena todos estos detalles en su frágil memoria, esperando poder transmitirlos algún día.

Muerto, en esta ficción inconsistente, por el impulso creador de una bala de cuatro letras, recuerda mientras el oxígeno abandona su cerebro la noche eterna que precedía a la absurda separación divina, la paz que proporcionaba la ausencia de ruido y de silencio, de bien y mal, de vida y muerte.

El primer narrador del mundo murió sin poder transmitir su historia, y, por esto mismo, jamás existió.


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