Una de esas noches que tan campante sigues paseando, hasta que de nuevo te van echando de bar en bar… la noche es joven, pero los bares… cierran demasiado pronto como dijo en su día un gran filósofo y… hablando de filósofos, los más grandes siguen paseando y aun bajo las influencias de la citada noche siguen deleitándonos y dicho sea de paso dejando nos sin habla… pues eh! Amigo no solo son las palabras… son los gestos, los matices y en fin, todo… que decir de las máximas… nada queda mas que darnos por satisfechos de lo logrado y tener en cuenta que se puede mejorar y como decía su abuela, nada tiene que ver la sinceridad con decir lo que piensas, porque la mayor parte de las veces no hay que decir lo que uno piensa, si no pensar lo que uno dice. Ahí queda eso Santiago.
En la antigua Grecia surgió de la nada la chispa de la creatividad, y, siguiendo el ejemplo de muchos otros, Teudonio de Samos escibió una comedia sobre las ovejas. Pronto obtuvo el reconocimiento de las clases pudientes de Tebas y Atenas (en Esparta no estaban para tonterías), y fue muy popular hasta que el fundamentalismo cristiano lo arrasó todo en el siglo II. Tiempo después, los árabes tradujeron una copia que encontraron en las ruinas de Alejandría, omitiendo los pasajes en que las ovejas iban esquiladas, y vio el sultán de Egipto que era gracioso y repartió copias por todo el califato. No se sabe muy bien cómo, pero una de estas copias terminó traducida al castellano en San Millán de la Cogolla por un monje que tenía sus propias ideas en cuanto al amor entre ovejas de la misma condición ovejuna, y otra por un judío de Toledo que sabía un poco de árabe. Un pastor de Berchtesgaden se rió mucho un día leyéndolas y se llevó a Baviera una copia en arameo cuando volvió de las Cru...
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