Anoche estaba tumbado en la cama escuchando música. Mi habitación está debajo de la escalera, y desde mi cama puedo mirar al techo si me pongo boca arriba (como en todas las camas, supongo). De repente, empecé a oír pasos sobre mí, y detuve el reproductor. En efecto, alguien bajaba las escaleras: mucha gente, y por el ruido que hacían pude deducir que eran personas de seis piernas, o quizás de siete. Casi podía ver las onomatopeyas de sus pisadas en la escayola. Era más bien un tamborileo caótico, sin el ritmo bien marcado de los bípedos. Salí de mi habitación, porque es un gran espectáculo ver pasar a los señores que bajan la escalera, con sus paraguas y sus trajes blancos y rojos. Son increíblemente altos, gracias a que sus piernas son muy largas. Una de las señoras calzaba tacones, y podía apreciarse en ella que los movimientos de sus piernas eran más delicados que en los demás, lo cual me producía una tremenda repugnancia al mismo tiempo. Me situé en el ojo de la escalera, y miré h...