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Civismo salvaje

El martes pasado se reunieron en casa de la viuda Erizo la señora Coneja y la señora Perdiz para tomar el té. Tras el habitual intercambio de chismorreos, que si el señor Alce ha vuelto a saludar tras 15 años al señor Pingüino, que si esto, que si lo otro, la señora Coneja se acerca a sus interlocutoras con aire de secretismo y en susurros para evitar que la vecina más próxima, que vive a 1 kilómetro de distancia, la escuche (hay que recordar que los animales sí tienen un oído muy fino), anuncia:
"Me he enterado de que los animales del bosque no tenemos preferencia sobre los vehículos de motor en las vías interurbanas".
Entristecida por la noticia, la viuda Erizo no puede contener un suspiro de pena:
"¡Mecachis! Si lo llega a haber sabido mi pobre marido, estoy segura de que nunca hubiese cruzado aquella carretera. Él era una persona muy respetuosa de las leyes".

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
eres un puto genio. amén.

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