Escucha el sentido trágico de la vida, y dime, que carajo es lo que oyes porque a mi no me llega señal, solo oigo ruido y como comprenderás empiezo a intrigarme. Me recuerda a aquel día que me dispuse, delante del televisor, a esperar ver las desternillantes comedias de ese viejo loco y en su lugar, la pantalla llena de ruido, me maldijo con dieciocho horas de nieve… pues si amiguitos, en busca de mi ¿instinto? me encontré con el conejo y… joder no me tome ni chocolate ni un te para afianzar nuestra relación; pero me guardé toda una baraja en la chistera, le mangué ese reloj tan hortera y mientras unas rayas moradas me convertían en gato procuré no asustarme, para poder seguir ganando a Evaristo.
Tormentas que se acercan. Solo los dioses ven las tormentas así, bellas, desde el aire, flotando entre las nubes. Se saturan los oídos entre el ruido crudo de la incertidumbre. Tan frágiles, tan efímeros que da lástima siquiera seguir adelante. Será el recuerdo del amor en la infancia lo que nos fuerza a tener instintos y sobrevivir aun cuando no queremos. Ingrávidas, mis lágrimas, reflejan los remordimientos como un espejo curvo e infinito. B.
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