"Pues estaba el viejo Sigmundo encendiendo una pipa tras los cristales lluviosos de un triste café cuando una camarera alcoholada llamada Aramis se sentó en su mesa y le dijo que observase a las palomas. Ciertamente eran dignas de observar, pues estaban las tres en fila como en un jeroglífico, coordinadas en su ridículo movimiento de cabeza a la vez que caminaban hacia un agujero de alcantarilla donde había migas de pan."
De repente un rebaño de valquirias de diez metros de envergadura a la altura del ombligo y con las trenzas al viento irrumpió en la historia y al apoyar el pie en el suelo convirtió la escena costumbrista en una charcutería rebosante de auténticos símbolos salchichónico-fálicos.
El Danubio azul mientras tanto fluía a su puta bola.
De repente un rebaño de valquirias de diez metros de envergadura a la altura del ombligo y con las trenzas al viento irrumpió en la historia y al apoyar el pie en el suelo convirtió la escena costumbrista en una charcutería rebosante de auténticos símbolos salchichónico-fálicos.
El Danubio azul mientras tanto fluía a su puta bola.
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