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Awakening

El joven Franz despertó sobresaltado al invadir su pesadilla un desagradable timbrazo. Eran las tres de una tarde plomiza que sólo permitía que el desordenado cuarto estuviese iluminado a media luz, proyectando los objetos leves sombras que se difuminaban entre los fantasmales colores que las rodeaban.
Era un despertar extraño. El desconcierto se transformó al instante en una calma infinita, como si en ese momento Franz hubiese adquirido consciencia de toda la eternidad, y al mismo tiempo se sentía eufórico por ello. Se percató en un fugaz segundo de todas las personas que habían nacido y muerto sobre la faz de la Tierra, desapareciendo para siempre sin dejar su vida el más nimio rastro para la posteridad. Esto puso triste a Franz.
Mientras tanto, su cuerpo, actuando por su cuenta, estaba descolgando el telefonillo de la puerta, y se disponía a contestar cuando una suave voz de mujer atajó todos sus preámbulos:
-Siempre hay alguien ahí que nos consuela cuando nos sentimos solos, aunque muchas veces le demos la espalda. ¿Cree usted en Dios?
-No, ehm..., nein, Danke.
-Adiós.

El resto de los días de la vida de Franz no eran tan surrealistas.

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