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Bliss

Llega un momento en el que S. no puede escribir. Al intentar deslizar el bolígrafo sobre su cuaderno, éste se desgarra en un pastiche húmedo, mezcla de papel y tinta azul diluida. Con los ojos entrecerrados levanta la cabeza y mira al techo, desde el que gotea furiosa la lluvia.

S. escucha el sonido del agua al caer, distinto según las gotas golpeen el suelo de madera, la superficie metálica del radiador o el edredón revuelto de su cama.

Tras disfrutar unos instantes del insólito espectáculo, S. aparta el pelo húmedo de su cara y se pone unas gafas de sol. Sale al exterior, donde brilla un sol abrasador, capaz de convertir el asfalto en chicle.

S. se sienta en el bordillo, y espera pacientemente a que el sol la seque.

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