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mis cojones almibar

Salta y salta sobre la gente extraña, de extraña sonrisa y que tienen los vaqueros boca arriba.
Como saltan los enanos en el campo, pequeños y escurridizos enanos de gorro rojo y labios verdes, que corren mientras patinan sobre piruetas con sabor a nata.
Saltan sin parar sobre las sabanas de caramelo y las almohadas de chocolate con leche. Cuanta felicidad guardan en sus zapatitos de azúcar moreno con botones de avellana. No paran de saltar y bailar, y en la calle chapotean sobre zumo de naranja. Uno de ellos pisa un gran charco de sirope de fresa. No le gusta la fresa, por eso llora lagrimas de glass que corre su maquillaje de kiwi y chocolate blanco.

Lo más seguro seria que yo terminara con una frase tipo “y finalmente la apología de las caries les llevó al dentista más caro de Capital City.” Sin embargo no, tal vez sea porque no me sale de las pelotas o porque a los enanos no les haría gracia tener que deshacerse en la boca de cualquier desconocido, requerirían de alguna boca con clase; hoy en día uno no puede deshacerse en la boca de cualquiera, puede acarrear muchas consecuencias.

Imagine estar relleno de azúcar justo antes de deshacerse en la boca de cualquier famoso y no estar bien peinado o maquillado; seria desastroso, y si no que se lo pregunten a los caramelos que se comen los alcaldes en las cabalgatas de reyes.

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