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There goes the man(kind)

En medio de un páramo pedregoso y vacío, una cinta transportadora lleva a un señor que viste un traje de pana marrón pasado de moda. Es un señor malhumorado de los de ceño bancario, de mediana edad, calvo y obeso. La cinta transportadora no está engrasada y no procede de ningún sitio, se limita a recorrer el yermo reseco.

Sin ninguna explicación, hay un lugar en que la cinta llega a un precipicio e inicia el viaje de regreso, descargando a sus pasajeros en la inmensidad. Sin embargo, el señor que nos concierne no da muestras de percatarse de este cambio en su relación con la fuerza gravitacional, o por lo menos el ceño no sufre alteraciones y su mirada permanece fija. Rígido, su cuerpo se balancea lentamente con las corrientes de aire, como una boya con sobrepeso sobre las olas del mar, y el poco pelo que le queda a modo de laureles imperiales ondea hacia arriba con sensación de velocidad.

En la lejanía, a una distancia espantosa y fantástica muy por debajo de las nubes, hay un paisaje de montañas nevadas y lagos grisáceos. También hay verdes praderas, que es donde presumiblemente se estrellará el amasijo carnoso del señor, perturbando impertinentemente a los animales que estén pastando en esos momentos.

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