Un viejo en el futuro, obligado a ser transvasado a un cuerpo sintético (sólo la conciencia, se entiende) por sus descendientes se queja amargamente, y prefiere morirse. En tono humorístico, el viejo recién transvasado se convierte en un cyborg con ansias de sangre que acaba dominando el mundo y transfiriendo las almas de toda la humanidad a un par de cerdos de corral, que fornican y tienen un cerdito. Éste concentra toda la conciencia humana, excepto la del viejo, que se ríe de forma malévola mientras piensa en cómo se va a comer el susodicho cerdo, quizás después de haberlo sodomizado. Al final el viejo-cyborg se arrepiente de sus pecados y se encierra en un convento. La futura raza humana consisitirá en cerdos parlantes con la conciencia más disoluta en cada generación que pasa, por aquello de la división sin decimales.
¿Palmeras decís, señor don Quijote? No veo sino una ínsula reseca y sórdida, morada tan sólo de cabras y de lunáticos. Ciego está en verdad tu entendimiento, Sancho amigo.
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