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Frio invierno.

Rezos desalmados ante una cruz, esperando una respuesta; pero por mucho que intente hacer, nada ni nadie podrá devolverme aquello que voló una noche de invierno, bajo la brillante luna llena. Las “ruinas” de mi corazón, quedaron aturdidas.
Efímero fue y la esperanza triste; se resguardaron bajo los arcos que no paraban el viento.
Tal vez no sea más que el recuerdo de algo fugaz pero, quien pudiera gritar al cielo y pedir algo más de sensatez para actuar y no tanta inocencia, aunque fue quizá la inocencia lo que hizo especial las frías mañanas o las tardes de aquel invierno.
Me duele pensar que lo que al romper los frágiles lazos pudo ser buena amistad, se convierta hoy en silencio.


A Teresa.

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