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...a z i l a n A

Cae la luna sobre el mar y… el manto de luz negra se cierne sobre la sangre de la orilla. Sin embargo el chapoteo del niño sobre la sangre solo salpica un lateral del bote que se bambolea en las olas.
Grita, chilla, siente la ira cuando las uñas negras de la mano de una mujer se clavan sobre la espalda de un niño, sangrando, desgarrando, cada uno de los pesares que la hacen perder la inocencia. Aspira los alaridos de un bebe, no son como el mercurio en agua. La belleza no es inocencia.
Mi luna…mi luna… no es mi corazón quien atraviesa mi pecho… no, pero si la oscuridad eterna de tus garras de acero. Aunque ya no debería pensar en el acero fundente, el calor delator de una mentira no implora sino rencor. No puedo no…es ardor incandescente sobre las temblorosas manos, bellas, no inocentes, que el odio engendró.
El bebe que sigue su propio camino soportando las calumnias de un haber. No rinde su sufrimiento; escapa de su propio ente, respira muerte, muere de soledad.
No arranques la vida tú, guerrero inmundo, de imponentes armaduras, duras; de tristes atuendos en el alma perdida. Trata de no servirte a ti mismo, trata de no morir en tus propias manos.

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