Sophie da vueltas en la cama, mientras sus pensamientos, absurdos y disueltos en alcohol, burbujean frenéticamente. Está segura de que algún desalmado ha puesto un guisante bajo su colchón, y de que el mundo sería un lugar mejor si no existieran las cucharas.
S. muerde la almohada, desesperada, y suspira. Por la ventana empieza a colarse la incómoda luz del día, y debe quedar poco para que suene el despertador.
S. muerde la almohada, desesperada, y suspira. Por la ventana empieza a colarse la incómoda luz del día, y debe quedar poco para que suene el despertador.
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