El largo viaje a Ushuaia, que es un lugar-objeto como cualquier otro, no es posible sin amigos (ni tampoco sin enemigos). Y cuando en mitad de una brazada un calambre se caga en tu ascendencia, es bueno saber que ellos, aunque hace mucho tiempo que no están, en realidad sí están, y seguirán estando. Aunque no quieran.
Tormentas que se acercan. Solo los dioses ven las tormentas así, bellas, desde el aire, flotando entre las nubes. Se saturan los oídos entre el ruido crudo de la incertidumbre. Tan frágiles, tan efímeros que da lástima siquiera seguir adelante. Será el recuerdo del amor en la infancia lo que nos fuerza a tener instintos y sobrevivir aun cuando no queremos. Ingrávidas, mis lágrimas, reflejan los remordimientos como un espejo curvo e infinito. B.
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