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El último enano

Una noche oscura, antes de que los hombres poblasen la Tierra, el último enano viajaba por los bosques baldíos. La tormenta era épica, primigenia. Envolvía al mundo el crepitar torrencial de la lluvia, los arroyos clamorosos y los truenos.
El enano, embozado en su capote y sumergido en la tempestad, se detuvo en lo alto de una colina admirado por aquella belleza que sólo existió cuando el mundo fue joven. Los relámpagos desgarraban el cielo y delataban las sombras de las encinas acechando en la oscuridad, y los gigantes montañosos en el horizonte. El mundo era místico, y también aterrador.
Al enano le complació ser el único ser que podía contemplar aquello. Bastó un sólo relámpago, y ya no hubo más enanos.

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