Al abrir un pistacho, un escarabajo me ha saltado a la cara desde su interior, y, para defenderme, he tenido que dejar caer las cáscaras, que se han estrellado irremediablemente contra el suelo.
¿Palmeras decís, señor don Quijote? No veo sino una ínsula reseca y sórdida, morada tan sólo de cabras y de lunáticos. Ciego está en verdad tu entendimiento, Sancho amigo.
Comentarios