He descubierto otra cosa de los autómatas, están solos. Están solos. SOLOS. Quiero llorar. Quiero llorar y no parar hasta dormirme de puro agotamiento. No tengo lágrimas. No he llorado. No lloro. No voy a llorar. ¿Por qué no puedo llorar? No lo sé. El agua y el fuego no son compatibles. Conservo demasiadas ascuas, las lágrimas se evaporan antes de aflorar. Estoy sola. Hay una cosa que tienen los autómatas. Problemas. Pero qué más da, en realidad no importan así que no son problemas. Cada acción tiene una reacción. Nada permanece, todo cambia. Sólo quiero llorar. Una gota, luego otra. Tal vez se apaguen las ascuas. Son poderosas. Están juntas. El fuego gana al agua. Es pronto. No quiero pensar. Quiero llorar. Quiero dormir. ¿Qué hago? Autodestruirme y de paso a aquél que quiere apreciarme. Muramos en manada, da la sensación de estar acompañanda. No como, no respiro. El agujero es mi amigo, la opresión también. Se han instalado en mi pecho y mi estómago y se pasan el día jugando. Son dos, son felices, son ignorantes. ¿Se tragan las lágrimas? ¿Usan las ascuas? Son poderosos y están acompañados. La unión hace la fuerza. Estoy sola. No da esa sensación. Miento bien. Sé disfrazarme, tengo experiencia con las máscaras. No pasa nada. Todo está bien. Soy feliz. No estoy sola.
¿Palmeras decís, señor don Quijote? No veo sino una ínsula reseca y sórdida, morada tan sólo de cabras y de lunáticos. Ciego está en verdad tu entendimiento, Sancho amigo.
Comentarios
Siempre hay fuego porque siempre hay combustible e incluso la ascuas humedas pueden dar llama, es solo cuestión de friccionar el palito con ganas contra la madera.
Lo malo de la mascara es que no deja visión periférica, limita la vista y solo deja dos agujeritos por lo que mirar, se de lo que hablo.
Y tienes razón, no, no estas sola.