He descubierto otra cosa de los autómatas, están solos. Están solos. SOLOS. Quiero llorar. Quiero llorar y no parar hasta dormirme de puro agotamiento. No tengo lágrimas. No he llorado. No lloro. No voy a llorar. ¿Por qué no puedo llorar? No lo sé. El agua y el fuego no son compatibles. Conservo demasiadas ascuas, las lágrimas se evaporan antes de aflorar. Estoy sola. Hay una cosa que tienen los autómatas. Problemas. Pero qué más da, en realidad no importan así que no son problemas. Cada acción tiene una reacción. Nada permanece, todo cambia. Sólo quiero llorar. Una gota, luego otra. Tal vez se apaguen las ascuas. Son poderosas. Están juntas. El fuego gana al agua. Es pronto. No quiero pensar. Quiero llorar. Quiero dormir. ¿Qué hago? Autodestruirme y de paso a aquél que quiere apreciarme. Muramos en manada, da la sensación de estar acompañanda. No como, no respiro. El agujero es mi amigo, la opresión también. Se han instalado en mi pecho y mi estómago y se pasan el día jugando. Son dos, son felices, son ignorantes. ¿Se tragan las lágrimas? ¿Usan las ascuas? Son poderosos y están acompañados. La unión hace la fuerza. Estoy sola. No da esa sensación. Miento bien. Sé disfrazarme, tengo experiencia con las máscaras. No pasa nada. Todo está bien. Soy feliz. No estoy sola.
En la antigua Grecia surgió de la nada la chispa de la creatividad, y, siguiendo el ejemplo de muchos otros, Teudonio de Samos escibió una comedia sobre las ovejas. Pronto obtuvo el reconocimiento de las clases pudientes de Tebas y Atenas (en Esparta no estaban para tonterías), y fue muy popular hasta que el fundamentalismo cristiano lo arrasó todo en el siglo II. Tiempo después, los árabes tradujeron una copia que encontraron en las ruinas de Alejandría, omitiendo los pasajes en que las ovejas iban esquiladas, y vio el sultán de Egipto que era gracioso y repartió copias por todo el califato. No se sabe muy bien cómo, pero una de estas copias terminó traducida al castellano en San Millán de la Cogolla por un monje que tenía sus propias ideas en cuanto al amor entre ovejas de la misma condición ovejuna, y otra por un judío de Toledo que sabía un poco de árabe. Un pastor de Berchtesgaden se rió mucho un día leyéndolas y se llevó a Baviera una copia en arameo cuando volvió de las Cru...
Comentarios
Siempre hay fuego porque siempre hay combustible e incluso la ascuas humedas pueden dar llama, es solo cuestión de friccionar el palito con ganas contra la madera.
Lo malo de la mascara es que no deja visión periférica, limita la vista y solo deja dos agujeritos por lo que mirar, se de lo que hablo.
Y tienes razón, no, no estas sola.