Arena sobre cielos azul celeste, arena sobre sombras, arena sobre DIOS ahogado en el pozo de los deseos, arena sobre cristo sepultado por pecadores redimidos, arena sobre el agua pura hundida, llevada a los confines del mundo hasta la muerte de uno mismo, donde el dios benevolente encierra la ira que descarga bajo un manto de ¿bondad? La arena no salva, solo confunde. Oradores de almas puras. Demonios divinos. Ángeles envidiosos, espectros cansados de seguir vagando por la senda del infierno. Deudores que cargan con los lastres del momento. Caprichosos que mueren por la boca. Cínicos que se ironizan sobre sí. Soberbios muertos antes de nacer. Ingenuos que juegan a ganar . Inocentes que se vuelven culpables a los ojos del mundo y culpables como santos en tribunales. Despiadados cancilleres del oficio de la voz. Sangrientos forasteros de otro tiempo que buscan en la muerte la verdad. Pensadores asesinos de verdades... nada más que oscuridad
En la antigua Grecia surgió de la nada la chispa de la creatividad, y, siguiendo el ejemplo de muchos otros, Teudonio de Samos escibió una comedia sobre las ovejas. Pronto obtuvo el reconocimiento de las clases pudientes de Tebas y Atenas (en Esparta no estaban para tonterías), y fue muy popular hasta que el fundamentalismo cristiano lo arrasó todo en el siglo II. Tiempo después, los árabes tradujeron una copia que encontraron en las ruinas de Alejandría, omitiendo los pasajes en que las ovejas iban esquiladas, y vio el sultán de Egipto que era gracioso y repartió copias por todo el califato. No se sabe muy bien cómo, pero una de estas copias terminó traducida al castellano en San Millán de la Cogolla por un monje que tenía sus propias ideas en cuanto al amor entre ovejas de la misma condición ovejuna, y otra por un judío de Toledo que sabía un poco de árabe. Un pastor de Berchtesgaden se rió mucho un día leyéndolas y se llevó a Baviera una copia en arameo cuando volvió de las Cru...
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