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La memoria

Estoy tumbado en una playa enorme, tan larga que su final se pierde de vista a izquierda y derecha. Delante de mí está la vacuidad del mar en calma y detrás de mí una llanura infinita y baldía. En la playa hay muchos desconocidos, y todos hemos traído tres o cuatro maletas. Yo he dejado mis zapatillas a la orilla del mar, y soy feliz. Me duermo.
Una ola llega hasta mis pies y me despierta. Me incorporo y veo mis zapatillas flotando en el mar. El oleaje ahora es más fuerte y parece que se avecina una tormenta. Entro en el agua a por mis zapatillas, pero se han adentrado tanto en el mar que cuando las alcanzo no hago pie.
De repente veo que una señora pide auxilio no muy lejos de mí y voy a socorrerla. Ella también ha entrado en el agua a recuperar su bastón y se está ahogando. En ese momento, mis maletas empiezan a ser arrastradas por las olas, que cada vez son más fuertes. La gente de la orilla parece hacerse cargo de ellas, así que no me preocupo.
Ayudo a la señora a volver poco a poco a tierra firme, pero las olas ahora son muy fuertes y no conseguimos avanzar. Los desconocidos ahora están preocupados por sus propias maletas, y las mías empiezan a alejarse por el agua. Les grito, pero no me hacen caso.
Abandono a la señora, y la corriente se la lleva junto con su bastón. Algunos de los desconocidos chapotean por toda la playa reuniendo sus pertenencias. La corriente se está llevando a unos pocos. Yo recupero una maleta, la dejo a buen recaudo y recojo la segunda. Ha empezado a llover con fuerza y el viento es muy desagradable. Cuando alcanzo mi segunda maleta la tercera se ha perdido de vista y la marea y las olas ya han llegado donde dejé la primera. La oscuridad cada vez es mayor.
Casi todas las maletas están en el agua, y los desconocidos buscan por todas partes. El oleaje me lleva por donde quiere, y en el caos me desoriento y pierdo la primera maleta y mi punto de referencia.
De repente, me encuentro en medio del mar. La oscuridad se ha cerrado, apenas se ve algo. No sé dónde tengo que volver. Los gritos de los desconocidos van alejándose cada vez más en todas direcciones.

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Una segunda parte de las muchas posibles

Insectos verdes oliendo el aire con sus antenas; maniquíes de plástico derritiéndose al sol, deformados; carracas moribundas intentando mantener una cadencia respetable; ecuaciones de segundo grado, circuitería, ácido y cobre; plagios repetitivos bienintencionados y exitosos; canciones lentas para una noche de verano; papel amarillento envejecido, con holor a flan en polvo Royal; desorden, suciedad, caos, falta de organización; soledad, angustia, impermutabilidad; jaquecas, sed, aburrimiento; un intento de repesca sabiamente abortado; demasiadas letras en un único párrafo; una voz desconocida desliendo melodías de un aro de goma; combustión interna espontánea; el invariable ruido de un ascensor que llega a su destino.