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“Soleada la mañana en que nacen las margaritas; soleada igualmente la mañana en que despierta la primavera del largo invierno.”

Como pasa el tiempo ¿verdad?

Y no hay nada de lo que tener miedo, nada en absoluto.

La belleza del cielo cuando llega la noche no tiene precio, y cuanto tu miras al cielo, yo también lo hago. El viento mece las almas errantes entre los árboles. Dos pequeñas hojas de otoño mirando hacia las estrellas, esperando volver a encontrarse entre la hojarasca.

Los susurros de dos niños que se juran amor eterno cortan el silencio. El tiempo se detiene pero las estrellas no dejan de brillar. Siempre mirándose a los ojos, sintiendo el desasosiego y la desesperación, sus corazones se encojen. Los golpes del viento les bambolean, la lluvia les confunde, el fuego les abrasa… Se funden en un abrazo que les arranca la vida; cruzan sus manos y el tiempo pasa incesante, las manos envejecen, las manos mueren… y juntas las almas volverán a renacer de entre la nada.

Las voces que a veces ciegan la humildad hoy laten como un corazón esquivando el ego y la cobardía. La lucha por seguir latiendo a pesar de todo. No hay nada que temer y nada por lo que sentir dudas porque cuando el viento mece las hojas, las suspende entre sus delicadas manos, las hojas sienten el sosiego y la pasión de la cercanía con lo infinito.

Cuando la noche está calmada y despejada, se pueden ver más de dos mil estrellas, pero si la noche esta cubierta por esa capa de niebla que a veces lo cubre todo, te sientes perdido en mitad del océano; cuando no puedes encontrar el camino, cuando no sabes hacia donde seguir. Entonces cierra los ojos y respira, profundamente, y siente como tu cuerpo palpita, siente ese cosquilleo que te mantiene vivo.
Cuando la noche está calmada, pájaros completamente rojos se posan en el alfeizar de mi ventana y allí estás tú; calmada, sosegada, batiendo las alas suavemente. Allí estás tú abriendo tu corazón, como siempre cuando la noche está calmada.

Como un suspiro alzas el vuelo, como un suspiro respiras y te alzas a lo alto del cielo, cerca de la frontera de lo real y lo imaginario. Cerca tal vez de donde uno nunca puede dejar de imaginar que el mundo es bello a pesar de todo.

Miles de canciones me vuelven a la memoria cada vez que veo tus alas batir contra el tiempo. Miles de recuerdos me golpean una y otra vez, queriendo ser olvidados, queriendo salir de la prisión de mi mente. Los golpes de la lluvia son agradables. La dura coraza hace del cinismo todo un arte. La lluvia, que aparenta ser delicada es fuerte, fría, cruda; las voces resuenan dentro de esa coraza que poco a poco va calando hasta los huesos y hasta lo más profundo del corazón. El agua de lluvia se filtra rasgando cada milímetro allá por donde pasa.

Volviendo a ver cara a cara la cobardía, volviendo a ver cara a cara el desprecio, volviendo a ver cara a cara el miedo. Luchando con cada recuerdo angustioso; disfrutando con cada recuerdo único, cada sueño. Recordando cada pesadilla, una a una. Y no cambiaba nada. La belleza de cada recuerdo eterno cierra el ciclo del dolor y te inspira coraje. Cada segundo es una vida en constante evolución. Cada segundo es un océano que se evapora y vuelve a llorar una y otra vez. Cada segundo eres tu llamando al cristal de mi habitación una y otra vez.

Si no estás, siempre hay alguna de tus plumas rojas en el alfeizar de mi venta y es difícil lo se, pero es bello admirar como el viento levanta esas plumas y las deja emprender su propio vuelo, es hermoso admirar como las mismas plumas tejen curiosos dibujos con el viento. Y vuelan y vuelan… y se pierden hasta que pierden su color y se posan sobre el agua que se las lleva con la corriente.
Tal vez la fragilidad de los sentimientos nos ciega. Abre bien los ojos, no dejes que la humedad o el salitre se apodere de tu alma. Nunca te canses de golpear la ventana que abre mi alma. Nunca desistas, pues si la esperanza desespera…¿qué nos queda?

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
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